Riña de gatos.






     Soy otro gato y estoy en la riña. Leí Riña de gatos de Eduardo Mendoza y, como un gato más, entré en la riña. La lectura fue amena y me entretuve, aunque en el apartado cuatro y cinco hube de esforzarme un poco. Después fui desgranando la intriga con fruición porque los personajes pertenecen al fondo de mis reflexiones, pero a mediada que éstas aumentaban me orienté hacia aspectos políticos, hoy tan en boga, por suerte. Y en ellos se deja entrever un juicio sesgado del comunismo con matices de asesinos: Moscú ordena matar al protagonista por mediación de un beneficiario suyo quien le preparará una trampa. Mientras, a la derecha de Gil Robles y Franco, sin descubrir nada nuevo, la aproxima más a la realidad del momento golpista y, a mi parecer, con un hálito de justificación de éstas por descompensación, con una visión grotesca del comunismo y socialismo. Dicho de otra manera, desde la metafísica de las cosas, los argumentos son los que la derecha gestiona para justificar lo injustificable del golpe de estado.
      La intriga, asentada alrededor de la venta de un valioso cuadro desconocido de Velázquez, es suficiente e interesante. Pone en valor el sentido democrático de Alcalá Zamora, pero destroza el de la honradez, que tanto le caracterizaba, cuando se deja engatusar por la esposa del duque de la Igualada -oriunda de Priego de Córdoba y amiga de la infancia del Presidente- al rogarle la detención de José Antonio Primo de Rivera -novio de su hija Paquita-, que trastocaba la paz del duquesado.
     Los argumentos y reflexiones de los personajes, en ocasiones, dejan de dar consistencia a sus acciones: una dama que entrega su virginidad al protagonista cabal, no parece lógico que pueda dejar en el amante huella alguna de frivolidad, y José Antonio, al que tilda de mujeriego y cumplidor, resulta extraño que respete la sexualidad de una hermosa dama, su novia, y ni siquiera intente rozar su mano.
      En cuanto al léxico, a veces, emplea palabras que por su extrañeza salen del tono medio empleado en la narración. El discurso sobre el arte y Velázquez no deja de tener un cierto aire enciclopédico. En fin, una obra entretenida que se enmarca en lo propio de un premio planeta que no trata de encontrar una galaxia propia, que es lo propio de un escritor de primera fila.
       Por lo demás, una novela leíble y sin duda, un novelista de la actualidad.

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