España Truena





Estamos de elecciones, en campaña electoral, y se anuncia como si en estos últimos años la ciudadanía hubiera disfrutado de paz política, de una política de sentido y razón, cuando lo que hemos vivido ha sido una época de dislate terrorista, calum­nia, estafa y prevaricación, aderezado por una rutina de cris­pación y miedo, sin otro sentido que dejar abiertas las heri­das de una guerra civil muy cruenta en cuya supuración se cuece el ser de la Derecha tramontana y arcaica de una Es­paña negra que dice haber entregado su sangre por la Patria,  cuando lo que hicieron fue derramar la de otros y lo dicen cuando, con las heridas cerradas, existe el denominador co­mún para sustentar una época de progreso para el país, y ha existido este momento donde jóvenes, viejos, gente de todas las ideologías tenían la misma necesidad de concordia y cor­dura —la guerra de Irak, por ejemplo —. Y fuimos a la gue­rra por encima de la opinión pública.  
Quisimos, como verdaderos homo sapiens, enterrar junto a los suyos a los que yacen en las cunetas, y no; se guerrea para no otorgar ese necesario rito que nos distingue del resto de los homínidos; parece que queremos seguir sin adjetivar­nos de “sapiens” y seguir de homínidos sin sentimientos hacia sus difuntos y de costumbres antropófagas. Estos  cai­nistas disfrutan no otorgando este inalienable derecho.
Se intentó la política de evitar la marginación y el su­frimiento: con la ley de dependencia, con la de igualdad,  las de matrimonio entre homosexuales, con la de protección al aborto, y no. Todas fueron contestadas, torpedeadas y confi­nadas en el laberinto de la descentralización del poder, en la rebeldía de algunas autonomías, de las Diputaciones, de la manipulación de las renovaciones de los Tribunales de Justicia... Como decía Fray Liberto al liberal Cacerolo: <<qué te voy a decir yo que tú no sepas>>.
Las heridas cerradas, las conquistas sociales conseguidas, la placidez por vivir y cuanto en la armonía de la paz prospera, no llega con fluida nitidez al ciudadano donde radica la esen­cia del progreso. El miedo, la violencia, la inseguridad y la injusticia es lo que fluye con nitidez hacía lo ordinario de cada día, confundiendo al ciudadano en su elección del ca­mino que le lleve al progreso y bienestar de todos, y en esta tarea colabora con más intensidad de la deseada las opciones bipartidistas que hoy se dan en el espectro político que dis­frutamos; unos generan crispación y otros no saben evitarla y nos arrojan a una campaña electoral donde truenan los meteo­ros: el silbar del viento de lo estéril, como el grito de las es­tatuas de Memnón en Egipto, que durante siglos ate­nazó de miedo a los visitantes; los truenos de los slogans de campaña que nos aturden; los relámpagos de las irracionali­dades de Camps que, cegándonos, nos amenazan; las lluvias de anticuadas ideas que nos inundan con la pretensión de aho­garnos o el rayo financiero que nos asesta, golpe tras golpe, un poco más de ruina para fulminarnos; y entre todos los meteoros políticos nos van arrastrando y tirando a las to­rrenteras de esta ineptitud política la ilusión de una sufrida conquista social y el encanto de una juventud preparada que emigra hacia otros pastos.
    España truena y no sirve este sistema de economía de mercado, de bipartidismo político, ni sirve esta derecha tramon­tana que no deja cerrar heridas para definir una nueva Es­paña que camine hacia el futuro sin terrorismo y con ilusio­nes. Está tronando y no sé si la campaña electoral ejercerá de sol para despejar estas neblinas mañaneras o de argamasa de Septimio Severo, que taponó las oquedades de los colosos y dejaron de gritar los vientos estériles. Veremos. 

No hay comentarios: