La transfusión.




Es la tercera cuartilla que relleno para hablar de la Roja y en esta ocasión para escribir lo que ha dejado en mi su espectacular triunfo, que a cada uno de los que la siguieron en sus compromisos les hizo vibrar alguna cuerda de sus entrañas, y posiblemente a cada quien distinta. A mi, lo que mas me gusto fue la finura con que desarrolló, durante el juego, el sentido y el concepto de lo propio y de propiedad. En la Roja, como no podía ser menos, han encontrado el “nosotros” cuando el yo, ya no es suficiente y la propiedad colectiva del balón cuando la privada desaparecía, pero lo maravilloso y difícil de explicar, es que nadie renunciaba a su meritorio yo. No he visto mejor ejemplo de la cuadratura del círculo.
Cuanta distancia hay entre la estela que, como verdaderas estrellas, dejaron a su paso por el Campeonato del Mundo y la vida de país que proyectan las pantallas. Cuanta crispación nos hubiéramos ahorrado, cuanta violencia de género desaparecería, cuanta estafa y prevaricación se hubieran evitado, si el doctor de la Roja hubiera insuflado con transfusiones de valores y actitudes, que en la Roja resuman, en la política, en las instituciones, en las personas. Cuanto dolor se hubiese ahorrado. Ojala sea, algo de esto, lo que venga desde ámbito de la explotación del clamoroso éxito.
Para todos los donantes: Muchas Felicidades por los existos y muchas gracias.



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