De la Tierra al vuelo

Allá en la  Subbética, donde el bello paisaje modela al hombre, los artistas y artesanos transforman en arte o  placer lo que los sentidos captan: aceites, dulces y tallas en madera, lonas o confecciones que el mundo desde la distancia elogia.
 En el horizonte que las quebradas sierras calizas encajan, los  añiles, ocres y verdes en las peñas se entrañan y los buitres leonados, mientras en el aire sus silencios vuelan entre trinos de jilgueros, ellos, de blanco lo manchan.
En un caserío centenario de la aldea de Zagrilla, un entorno privilegiado del  corazón de Andalucía,  el tacto de escultores y alfareros trabajan la esencia de la naturaleza: el aire y el fuego en hornos que los Íberos construían para dar vida a la tierra y al agua que desde el Cretácico ya existieron y, con estos mimbres, alumbraron  el Barro Animado que hoy sustancian en jilguero, halcón, o gallipato y, en otras ocasiones, en águilas, mochuelos o tritones y siempre en aves que ornan  este cielo.
Trabajan en El Barro Animado el agua, el aire, la tierra y el fuego y, como  los antiguos filósofos que pretendían con estos elementos comprender el Universo, estos creadores, ansiando sólo  ofrecer seres ornitológicos de delicadas formas y colores, consiguen construirnos una cosmología ornitológica envidia de pensadores; haciendo disfrutar con sus graciosas aves  a los amantes del arte y la naturaleza de un mundo onírico y casi desbastado..
 



Con la arcilla del Geoparque de la Subbética que la naturaleza filtra en sus charcas, una vez depurado, heñido y sin aditivos, se le da la textura adecuada para el modelado y, en este punto, el escultor Toni Postigo con su pasión y dilatada experiencia ornitológica lo transporta a la vida en forma de aves.
Con absoluta delicadeza ubica lo modelado en el interior del horno Ibérico, donde llegan a alcanzar la temperatura de ochocientos grados. El punto crítico de la cocción se sitúa en torno a los seiscientos grados, cuando pudiera explotar la cerámica por la existencia de defectos o de burbujas de aire contenidas en el interior de su barro. Tras un lento proceso de enfriamiento, el modelo cocido pasa a las manos de la pintora y restauradora Pilar Gamero Ruiz  y, pincelada a pincelada, transforma la pieza  en una parte del mundo ornitológico.


 Escultor y pintora, no solo se funden en el horno junto a sus creaciones, sino que empatizan sobre la escultura para definir todo un mundo real y cósmico que nos fascina, tanto como los restos arqueológicos que dejaron nuestros antepasados en el Geosparque,  entre ammonites, jara y encinas. Consiguiendo que su obra terminada nos lleve de la Tierra al vuelo.


No hay comentarios: