El español incógnito

  Aznar debió aprender de mi pueblo. En mi pueblo, la gente de su ralea desmontaba tejados de edificios para, más tarde, declarar su estado de ruina y darle la finalidad que sus áureos caprichos requerían. Trasladando el invento a la España  del PP con Aznar como bodoque en la sombra, ya desmontaron el tejado con su política de obstrucción y derribo,  haciendo ver goteras imaginarias o exagerando las que hay; van camino de declarar el estado de ruina  para terminar después medrando lo que quede del estado de bienestar. Son carroñeros de baja estopa. Ya lo han demostrado en algunas Autonomías. Las pertinaces sequías ya no valen y han evolucionado.
            Ayer vivíamos con las alcantarillas financieras que se han llevado por adelante las ilusiones y el ahorro de muchísimos  años de honrados trabajos y en épocas de la vida en la que, por falta de energía, es ya imposible atajar con más trabajo la angustiosa vicisitud de verse sin recursos en plena jubilación.
            Hoy convivimos con el copago: una pensión de un enfermo mental, huérfano, y sin protección de la ley de dependencia de 345 euros al mes, debe pagar por sus medicamentos 8 euros. Casi el tres por ciento.
            Mañana viviremos: Ya CORONADOS con el laurel de Europa, la subida del IVA  y estas mismas gentes pagaran  más, por lo mismo o por menos de lo que hoy  consumen. Serán, por tanto, agasajados por nuestros gobiernos con más zarzas en la densidad de su sufrida corona.
            Mientras tanto: los mineros que gestionan sus vidas a la luz de los carburos, caminan como murciélagos desorientados por  la luz del día  hacía un varapalo y dirán que por ser violentos. Por el contrario,  los imputados por estafas, al socaire de la Justicia, por tres euros, defectos de forma o porque los plazos de actuación de la justicia expiraron, se libran de los encarcelamientos y de la devolución de lo esquilmado; lo han venido haciendo impunemente durante decenas de años y, con su garduña en candelero, nosotros seguimos socializando sus perdidas y, restaurado el equilibrio de sus cuentas,  les devolvemos el negocio  con la garduña consolidada.

             No se ve remedio a la situación que vivimos mientras no salga de la cómoda madriguera el español incógnito. Sin duda, gusta la corona de espina para nosotros y para ellos, la gloriosa del laurel. INJUSTO.

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