La Ruta del Colesterol.






            ¿Qué hay de nuevo?, le dije al camino y, Apache, contestó: Que los Trileros han sofisticado más, si cabe, el juego. Han descubierto que también funciona si no le ponen la “china” dentro del cubilete.
            Con esta información comenzamos a caminar por la Ruta del Colesterol, donde no evito almacenar grasa en mi cuerpo. Era el final del verano y la flora ya se había extinguido, sólo quedaban en las chumberas de las lindes los higos tunos espinosos, ya depreciados por los comerciantes/recolectores, y hacía días que hedían con olor nauseabundo y abominable, junto con el que desprende la purina con la que los señoritos abonan la tierra calma, despreciando, por cierto, a toda la vecindad. Los caminantes, al pasar entre ellos, tapan la nariz y apresuran el paso al tiempo que abandonan las reflexiones y pensamientos que el apacible paseo despierta. Sin embargo, en esta ocasión no consiguieron desarbolarme; era muy intenso el pensamiento que me poseyó: En el día de hoy, cautiva y desarmada la ideología Socialdemócrata, los Neoliberales han alcanzado sus últimos objetivos civiles. La III Guerra Mundial ha terminado; Irlanda, Portugal y Grecia ya están redimidas por el Neoliberalismo protector, y Europa, el objetivo, caerá por si sola.
            Cuando alcanzamos el páramo desde donde se divisa la urbe de Mairena del Alcor, me di cuenta de que el pensamiento que me bullía se asemejaba a otro enunciado, ya distante que, durante cuatro décadas, llenó de crueldad, maledicencia y aislamiento a toda la población española cuando las cartillas de racionamiento tuvieron su protagonismo.  En el tiempo que tardé en recuperarme del ahogo que traía, le comenté a Apache: Esa guerra que me bulle esta motivada por nada; es una lucha por una riqueza que sólo existe en los balances y que la ingeniería financiera ajusta a su capricho. Estos trileros hacen de la rentabilidad del trabajo intelectual y físico una deuda mental y la entelequia la guardan en los bancos bajo balances que, más tarde, para compensar el déficit que apuntan, exigen al fisco el “oro y el moro”.
            Apache, que observa el mundo desde su pachonería, comentó: Antes para sacar el dinero montaban una guerra y lo pedían para comprar balas y cañones, y con los muertos compensaban los balances. En realidad su cubilete tenía china; pero en los triles de ahora no necesitan la china, con la entelequia que montan les basta y, encima, los muertos no los ponen ellos, los muertos se ponen a sí mismos; perecen de la asfixia que produce la tela de araña de los balances y la propaganda mediática que tejen sobre la ciudadanía; les sale más barato que antes.
            Llegábamos a las inmediaciones de Costa Gallina, otro paraje emblemático de la ruta, desde donde Sevilla, más al anochecer, se te echa encima como un camafeo de rutilantes destellos, y paré para disfrutar de la esplendida vista que ofrece y sacudir las telarañas que se habían adherido al cuerpo mientras pasaba entre las chumberas.   Emprendí de nuevo la marcha con cansino paso para completar la legua del paseo, y refugiarme de los balances y la propaganda cultivando lechugas y tomates que los gorriones, milanos y jilgueros desayunan y meriendan. 
            El perro se sentó y, torciendo la cabeza mientras miraba mi cansancio con los ojos ajados de mastín,  soltó la última baba antes de volver al estado de letargo desde el que vigila nuestra casa: No voy más contigo de paseo; me haces pensar, y dame mi hueso que todavía no hay cartilla de racionamiento, exigió.


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